Dormí tanto... Que me desperté queriendo comerme el mundo.
Me fui a conocer un poquito de este pueblo, a desayunar esas cosas que se me antojaban cuando veía a la gente comerlas...:
V: Hay unas cosas que comen que se me antojan, son como patatas rellenas de algo. ¿Qué son?
Nico: Papas rellenas 😐.
😆
Llamé al taxista que la noche anterior me trajo del terminal de buses al hostel, ya que él fue el que entendió que ya no quería más tours porque no estoy hecha para ellos... Él me llevó a la Reserva de Paracas y por el camino abrió la ventana cuando pasábamos por la costa...
Y oler el mar fue volver a vivir con unos pulmones más grandes.
No sé si me quedaría con las montañas porque me llama la sangre, o con la costa porque me llaman mis raíces...
¿Y vosotros?
Llegamos al lugar de alquiler de bicis, porque menos mal que Antonio (el taxista) me recomendó que no fuera a pie. Es que, según yo, quería hacer ejercicio porque tenía el culo cuadrado de tanto ser transportada como mercancía.
Universo: ¿Quieres ejercicio?
V: Síiiii
Universo: Hecho.
Ráfagas de viento en contra de mi ruta que frenaban la bicicleta en esas subidas tan poco pronunciadas...
Que no, que no lo hice todo en bici, que estaba quemándome empujándola hasta llegar a la cima para luego dejarme caer por sus bajadas toda orgullosa y feliz 😂.
Creo que lo que más me gustó fue que no había gente, apenas 3 coches cada hora...
Y por fin, encontré el momento en el que el desierto se juntaba con el mar...
Seguí pedaleando, probé ese agua congelada, pasé por otros lugares y me lamenté del gran problema del viajero solitario: NO HAY NADIE QUE TE SAQUE FOTOS. Así que aprendes a ingeniártelas...
De verdad, que me he quedado muy satisfecha de haber tenido la oportunidad de estar ahí...
Es espectacular. Pero la próxima vez me iré a las 9am y pasaré todo el día para visitar todos los lugares... 😊
Pd - Gracias Antonio, por la seguridad, la entrada ¡y la buena onda! 😊
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